Nos pasamos la vida intentando no pisar los charcos que deja la lluvia del destino por no malherir el corazón, como si éste no pudiese resistir los envites por sí mismo, acostumbrado a tantas tormentas.
Ayer me senté en el Sálvame Deluxe en una noche complicada para mí. Me enteraba en directo de la muerte de mi amigo Darío Barrio. Un tipo afable, cariñoso, efervescente y divertido que siempre vivió la vida al límite, como si tuviese vértigo porque cualquier día acabase. Me sentaba para demostrar a un amigo al que quiero, que nació en la isla, que estoy aquí y que no pretendo defraudarle nunca.
He vuelto de Honduras, tras la experiencia más dura y brutal de mi vida laboral, y más maravillosa, lleno de lágrimas, de emociones y de nuevos corazones. No sé si lo hice bien, intuyo que no fue muy mal pues la audiencia me salvaba semana tras semana. Lo que sí sé es que fui Nacho Montes en estado puro, reí, me desangré por amor, sentí, lloré… Viví.
Viví al límite cada momento, como hacía Darío. Me dejé llevar, sin pensarlo, por todas las corrientes. Y como la Candela Montalbán de mi novela, Zapatos rojos para saltar en los charcos, jamás tuve reparo en subirme a la realidad de lo que pasaba para campear toda tempestad y saltar sin miedo sobre todos los charcos.
Aquí me tenéis, todo el día a flor de piel, con el alma expuesta y el corazón abierto al mundo. No sé vivir mi presente de otra manera.
PD. Vikingo, nunca he dejado de pensar en ti, nunca, a pesar de todas las magias y encuentros que tuvo la isla. Nunca dejé de pensarte porque pase lo que pase siempre estarás en mi corazón, aceptando cada uno de mis presentes. Lo sé.